Ilustración: Maria Camila Duque.

Infantil primer lugar

El viaje en el tiempo

Un arriero, proveniente del más profundo cañón que hay en San Carlos, Antioquia, pasa por mi casa. El arriero y mi abuelo se sientan a hablar y recuerdan cómo eran las cosas antes de que, como dicen ellos, todo cambiara. Inesperadamente, mi abuelo saca su guitarra y el arriero su trompeta —una hoja de guayabo—. Mi abuelo, con un tono burlesco, se dirige a él y le dice: «Alfonso, ¿vos qué hacés con eso?». Y él responde: «Vamos a cantar». El arriero, don Alfonso, le dice a mi abuelo: «Suénese a Los Legendarios, vamos a viajar en el tiempo».

Jefferson Otálvaro García, 13 años. Samaria, Itagüí.

Ilustración: Mónica Betancourt Marín.

Infantil segundo lugar

El hada de los dientes

Era la primera vez que se me caía un diente. Mi mamá ya me había explicado que el hada de los dientes premiaría mi valentía con unas monedas. Me acosté con algo de miedo, nunca un hada me había visitado. Unas horas después, sentí unos ruidos en la habitación, me atreví a abrir levemente los ojos y la pude ver en medio de la oscuridad; era hermosa, tenía unas maravillosas alas de colores. Al día siguiente le conté a mi mamá y le dije que el hada de los dientes se parecía un poquito a ella.

Julieta Acevedo Botero, 7 años. Cabañitas, Bello.

Ilustración: Andrea García Mesa.

Infantil tercer lugar

La cuarentena estelar

Cuando la pandemia empezó, mi hermanita y yo ideamos un plan, construimos un cohete espacial mágico capaz de ir a la velocidad de la luz. Hicimos unas cápsulas de animación suspendidas para nuestros gatos; ellos no estaban preparados para el despegue, era mejor que durmieran mientras ocurría. Yo fui el encargado de encontrar el lugar en el que viviríamos: Capella, en la constelación de cielo sur. Al aterrizar, descubrimos que nuestro nuevo hogar tiene una vista especial del sur del valle, justamente hacia La Estrella. Orión y Polaris, los gatos, nos acompañan mientras esperamos el día en que regresemos a estudiar.

Felipe Martínez Echavarría, 9 años. La Ferreira, La Estrella.

Ilustración: Sara Quijano.

Juvenil primer lugar

Aporte a la casa

En mis catorce años viviendo con mis abuelos, jamás había escuchado una conversación tan seria como la de esta mañana. Mi papito está alegando que ya debo ser el hombre de la casa, tengo que traer plata para mantenernos y seguir viviendo en nuestros cuatro muros y techo de zinc en la loma. No sé qué debería hacer; los de once me contaron que, como soy niño, pueden confiar en mí, que me tienen un buen trabajo pa aprovechar eso y que se gana bueno. Mañana tengo que ir a la cancha para que me digan cómo es la vuelta.

Sebastián Laverde, 16 años. Boyacá Las Brisas, Medellín.

Ilustración: Laura Carvajal Arcila.

Juvenil segundo lugar

Cuentero

Sentado en Junín, liquidaba dos cajetillas diarias de Piel Roja en contra de todos los pronósticos de la salud y la edad. Era un espectador empedernido: jugueteaba con el golpeteo de los pasos y el ritmo de las conversaciones ajenas que se esfumaban en el aire. Tenía un ritual insólito: a cada peatón que le fascinaba, le dedicaba un cigarrillo y un cuento imaginado al instante, una aventura loca, insignia de su soledad. Y así, acumulándose en el tiempo, llenó el cenicero, hasta que le quedó desbordando historias.

Nicolás Aguirre, 17 años. Laureles, Medellín.

Ilustración: Manuela Moreno.

Juvenil tercer lugar

Presos inocentes

Cuando se enfriaba la parrilla de las arepas, la ponía delante de los animalitos de plástico, cual si fuera el zoológico Santa Fe. Jugaba a liberarlos, a ser abogado de clientes inocentes condenados a cadena perpetua; de clientes que lo único que sabían era vivir y habían nacido para eso, no para ser una distracción para humanos que acompañaban con Cheetos los domingos en la tarde. «¡Vea, pues! ¡Es la tercera parrilla que dañas en la semana!», gritaba su mamá al sorprenderse.

Santiago Gómez Escobar, 17 años. Bariloche, Itagüí

Ilustración: Daniel Gómez Henao.

Adulto primer lugar

Nanita

Hace treinta años sirvo a la señora Gertrudis y a don José. Me pagan con comida y la piecita pa descansar. Los niños me dicen «Nanita»; me quieren. Yo también los quiero, son mi única familia. Envejecí. Ya no logro limpiar como antes y de cocinar ni se diga. La señora me dijo ayer: «Usted ya está mayor, Rosa, es mejor que pase tiempo con su familia». En mi remplazo pusieron una muchacha; le pagan por horas. Al salir, don José me dio un abrazo. Me dijo: «Usted sabe que la queremos mucho, Rosa, no nos vaya a perjudicar».

David Gonzalo Henao Alcaraz, 35 años. Belalcázar, Medellín.

Ilustración: Juan Sebastián Cadavid.

Adulto segundo lugar

El vecino bullicioso

Mi vecino acaba de encender su equipo de sonido a todo volumen. Intento ignorarlo. Pienso que lo hace a propósito para molestarme. Entonces, enciendo mi equipo y subo el volumen a todo dar. Las paredes tiemblan perturbadas y las ventanas vibran, queriendo los cristales salirse de los marcos. Ambas canciones son como agua y aceite. Al final, desisto y al rato desiste él; a veces desiste él y apaga su equipo, y al minuto lo apago yo. Prendo para que apague él; él hace lo mismo. No queremos oír música, solo queremos que el otro apague. No soportamos el ruido.

Deivid Nieto Zapata, 21 años. Loreto, Medellín.

Ilustración: Maria Isabel Giraldo.

Adulto tercer lugar

Amor sobre piedra

Damos vueltas alrededor de la misma piedra como si fuera a darnos la solución. Te veo cansado, te brindo un trago y con enojo ambos tomamos. Amargados por la piedra. Amargados por la poca agua. Acongojados sabiendo que el uno puede vivir sin el otro. Tienes miedo de preguntar y yo, sin titubear, respondo a lo que aún no has puesto en palabras. Anticipé tu reacción y aun así siento arrepentimiento, como si hubiese sido yo el que te privó del agua, como si hubiese sido yo quien clavó la piedra.

Andrés Tovar Morales, 20 años. La Magnolia, Envigado.