Ilustración:

Infantil primer lugar

Los colores

Los colores siempre han sido una de mis grandes herramientas para crear cuentos; son los encargados de darle un color a mi cuento. Cuando todos ven un gran árbol verde, yo veo un inmenso árbol morado; para mí, un negro, siempre será un hermoso azul, y el rojo, un rosado muy claro. Siempre me pregunto de qué color es mi sonrisa; mi hermano dice que la sonrisa no tiene color, pero yo sí lo creo, porque cada vez que mamá sonríe me transmite un hermoso color azul. A mí me gustaría saber qué transmito, si un azul o un negro.

Salomé Escobar, 13 años, Medellín.

Ilustración:

Infantil segundo lugar

Una película de terror

Había una vez un niño que fue a cine a verse una película de terror titulada: Los fantasmas existen. Durante la proyección salió un fantasma de la pantalla, él se asustó mucho y se dio cuenta de que era el único que estaba en la película. Sintió mucho pánico, las puertas estaban cerradas, tenía mucho miedo, el fantasma estaba diciendo su nombre. Empezó a buscar una salida, estaba gritando: «¡Ayuda!». Después un trabajador entró y le explicó que era parte de la película, entonces se tranquilizó y dijo: «¿Por qué el fantasma dice mi nombre?». Fin.

Brahian Stiven Giraldo, 13 años, Medellín.

Ilustración:

Infantil tercer lugar

El monstruo en el bosque

La gente del pueblo dice que en el bosque vive un monstruo horrible, y eso, la verdad, me parece ridículo. Yo soy el único que vive en el bosque y hasta el momento nunca he visto ningún monstruo.

Juan Andrés Velásquez, 9 años, La Estrella.

Ilustración:

Juvenil primer lugar

Seres grises

Mi mamá y tu papá pelean todo el tiempo, mientras nosotros jugamos a escondidas en el patio trasero. Tu piel es como las nubes y la mía es como la noche. Sin embargo, ambos somos igual de buenos jugando a la pelota. Tu papá te dice todo el tiempo que te alejes de mí, reclamando que soy alguien malvado. Mi mamá me dice todo el tiempo que me aleje de ti, insistiendo en que tu corazón es corrupto. Pero lo que yo creo es, que al final del día, todos somos seres de color gris.

Isabela Osorio, 16 años, Envigado.

Ilustración:

Juvenil segundo lugar

Avioncito de papel

Despegué desde un avioncito de papel hecho con mi tarea de matemáticas. Me elevé sobre mi barrio, llegué al centro de la ciudad y me sentí un profesional planeando entre los edificios del centro. Cuando estaba desprevenido, cayó una gran tempestad y mi avión se convirtió en un barco. Dormí dentro de una flor, contemplé las nubes cambiar de color y me embriagué con el aroma de esperanza y nostalgia. Pero desperté, y mi tarea estaba en su lugar, y no pude evitar preocuparme sobre qué haría si algún día dejaba de despegar en avioncitos de papel.

Valentina Londoño, 17 años, Medellín.

Ilustración:

Juvenil tercer lugar

El gran accidente

El gran accidente Cuando era pequeño unos amigos y yo estábamos jugando fútbol por el barrio y, pese a que era en una colina, nos divertíamos todos los días. Hasta que una vez sucedió algo terrible, Manuel golpeo el balón tan fuerte que se nos fue hacia una autopista, todos muy asustados comenzamos a correr para intentar atraparlo antes de que llegara a su fin, había muchos automóviles pasando a esa hora, y Manuel, que era el más rápido de nosotros, se nos adelantó, cuando de repente se escuchó un sonido que nunca se nos va a olvidar. Ahí estaba... el balón aplastado.

Camilo Álvarez, 16 años, Envigado.

Ilustración:

Adulto primer lugar

Pentagrama

Arturo y tus niños se fueron temprano. Necesitabas quitarte esa tristeza sin razón que te acompañaba. Fuiste a la parte posterior de la casa en donde tenías una hermosa vista, cortada solo por unos cables de la energía. Oíste trinar los pájaros que por esos días llegaban por bandadas a tu barrio. Eran miles, no cabían en los árboles. Mientras los escuchabas, perdiste la noción del tiempo. Estabas tan absorta en el espectáculo que solo te diste cuenta de que en el pentagrama que dibujaron al posarse en esos alambres, podías leer la partitura de su canto.

Olga Luz Álvarez, 61 años, Medellín.

Ilustración:

Adulto segundo lugar

Tres grullas

En la glorieta de San Juan hay una pensión donde vive una mujer que aprendió a hacer pájaros con las hojas de un Corán que un chatarrero le diera en pago. Hizo tres grullas con los versos que perdonan a los deudores y las mantiene en su peinador. El cocinero sin suerte se la pasa en el balcón mirando la avenida, y ha decidido que el plato más suculento que podría probar en los manteles de su pobreza es la sopa de tres grullas que va a preparar cuando su vecina salga al anochecer.

Federico Arteaga, 37 años, Medellín.

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Adulto tercer lugar

Una promesa

Mientras se lo llevaban, le juró al muchacho que no lo dejaría solo. Le tocaba caminar mucho, pero cumplió su palabra mientras se ganaba la vida. Cada día, sin falta, durante cinco años, empujó el cochecito con los dulces desde su casa en La Gabriela hasta el kiosco frente a la cárcel Bellavista. Como no podía ver bien, creyendo que podría ser su hijo, la señora saludaba de lejos a cualquier recluso triste que se asomara por la ventana de su celda.

Jaime Hernán Cortes, 43 años, Bello.